21 de diciembre de 2013

HISTORIA DE TERROR NAVIDEÑA...



Anthony se despertó a las diez de la mañana de un sábado por culpa del timbre de su casa. Hacía solamente cuatro horas que dormía puesto que la noche anterior había sido la fiesta de las vacaciones de Navidad del instituto. Desvelado, se puso sus zapatos y bajó al recibidor. Abrió la puerta con un ojo abierto y el otro cerrado y pudo reconocer al cartero.

–¿Eres Anthony Stainer? –preguntó el cartero. –Sí. –Este paquete es para ti... Si no te sabe mal firmarlo rápido que tengo toda la furgoneta aún por repartir... –Sí, como no...

Anthony, como pudo, hizo un buratacho en el recibo que le había dado el cartero, aún con un ojo cerrado y cogió el paquete.
–Adiós. Se despidió el cartero. –Hasta pronto.
La curiosidad le pudo más que el sueño y abrió el paquete. Era un CD entre bolas de espuma protectora. Subió de nuevo a su habitación e introdujo el CD en el ordenador.
No tardó ni un segundo en comenzar el vídeo, fue automático. En él se podía ver a una persona de espaldas, sentada en una silla de madera. Vestía una camiseta marrón y tenía el pelo rubio. No se podía adivinar nada más. El fondo donde se encontraba aquella persona era una pared negra. Anthony empezó a mosquearse un poco ya que tenía un poco de sueño. 
Movió el puntero del ratón para ver si le quedaba mucho para que el vídeo finalizara cuando de pronto, apareció en la pantalla un hombre, vestido de Papá Noel. Le resultaba familiar. Se puso al lado del hombre sentado en la silla e introdujo la mano en el pelo, como si le estuviera acariciando la cabeza y estiro hacia arriba.
Anthony se despertó de golpe y pegó un salto de la silla sin dejar de mirar la pantalla. El hombre vestido de Papá Noel se acercó a la cámara y puso en primer plano la cabeza del hombre que estaba sentado en la silla y al cual se la arrancó y la giró.
Le faltaba un ojo y estaba repleto de heridas. Tenía la cara blanca y aún goteaba de sangre. Era real, no cabía duda. El vídeo finalizó y se quedó la pantalla en negro. 
Anthony cerró los ojos un segundo, pensando que era una broma de mal gusto de alguno de sus amigos, y volvió a mirar la pantalla, que estaba negra y se veía el reflejo de lo que había tras él. Estaba el hombre de la cabeza cortada. Anthony gritó tan fuerte que de su boca salió un sonido ensordecedor. Estaba temblando.
Se acercó al hombre poco a poco, con la cara llena de lágrimas del miedo y antes de que pudiera tocarlo, cayó rodando la cabeza hasta la puerta y al llegar a ésta, se abrió y siguió hasta que finalmente se paró al golpearse contra la barandilla del pasillo que daba a las escaleras para bajar al recibidor.
Anthony cogió el bate de baseball que guardaba en su habitación y comenzó a gritar llamando a su madre y su padre, aunque sabía que tenían que estar en el trabajo. Bajó con mucha precaución por las escaleras y giró a la izquierda, hacia la cocina. Se le cayó el bate al suelo. Estaban su padre y su madre sentados de espaldas, en la misma posición en la que estaba el hombre del vídeo. Anthony empezó a llorar y a temblar como un flan.
–¡Basta ya! –gritó–. ¡No tiene gracia! Algo hizo que Anthony se girara y vio al hombre vestido de Papá Noel. –¡Ho, ho, ho... Feliz Navidad! –exclamó. A Anthony le vino un flashback y reconoció la cara de aquel hombre. Era la misma que la del vídeo y era el cartero que había venido a dejarle el paquete. Antes de que Anthony pudiera hacer nada, le puso una bolsa negra por la cabeza y lo inmovilizó.
Lo que hice con él, ya no importa. Ahora estoy con un traje naranja y un número de identificación en una celda con dos asesinos peligrosos como yo y lo que realmente importa es la forma en que he decapitado a Joe. Estoy impaciente por ver la reacción de Jack. Creo que le gustará, él comparte mi gusto en estas cosas.












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