14 de septiembre de 2013

ENTERRADO VIVO: JOAQUÍN PARDAVÉ



La catalepsia es un estado en el que el cuerpo se encuentra completamente rígido y carente de movimientos musculares, una de las características de este padecimiento es que la persona permanece consciente todo el tiempo. Hay dos tipos de catalepsia diagnosticadas, la patológica y la astral.

La patológica se produce en ciertas enfermedades del sistema nervioso, debilidad mental, histeria e intoxicación. Puede ser vista como un síntoma de algún trastorno del sistema nervioso, o incluso de la epilepsia. Este tipo de catalepsia puede presentarse dentro del tratamiento de la esquizofrenia, o durante la anestesia.

Ahora, la catalepsia astral es popularmente conocida como parálisis del sueño o “subida del muerto”. Es una condición en la cual una persona, a punto de dormir o cuando simplemente se despierta, se da cuenta que no puede moverse, hablar o gritar. Esto puede durar unos pocos segundos o varios minutos.

El  20 de julio de 1955 se dio a conocer la noticia del fallecimiento del célebre actor Joaquín Pardavé, quien padecía ataques catalépticos. 
Por desgracia, cuando don Joaquín se convirtió en presa de este terrible mal, su médico no se encontraba en México; al revisarlo se dictaminó que su deceso (sin considerar que su padecimiento dificulta delimitar con claridad entre la vida de la muerte). Como resultado de su muerte Joaquín fue velado y posteriormente sepultado en el lote de actores del panteón Jardín de la Ciudad de México.



A partir de aquí la leyenda urbana toma diferentes caminos, uno de ellos dice que al llegar el médico y enterarse de la noticia, de inmediato tramita la exhumación; otra versión dice que al momento de dar lectura al testamento, se dan cuenta los interesados que el documento fue enterrado junto con don Joaquín en el bolsillo de su saco, una versión más dice que habiendo comprado con anterioridad un billete de lotería, este había sido premiado, y al momento de buscarlo se dieron cuenta que estaba en el bolsillo del saco, por lo que se procedió a la exhumación.

Las tres versiones: al sacar toda la tierra y quitar las losas que protegían el ataúd, este quedó visible, y al retirar la tapa el espectáculo que se ofreció a los presentes era impresionante y escalofriante. La tela que cubría el ataud estaba manchada de sangre, el actor estaba boca abajo, como buscando apoyo para romper su claustro y abrirse paso entre las toneladas de tierra que lo separaban de la vida. Sus dedos rígidamente contraidos, que habían acabado con la piel de su cara dejándola rasgada y manchada de sangre; pero era muy tarde, nada podía hacerse mas que lamentar con una terrible angustia.


Otros casos:

Mary Norah era una adolescente de 17 años de edad en 1871, cuando fue declarada muerta a causa del cólera. Diez años después de su muerte, la tumba fue abierta, pues se creía que el médico podría haber falsificado la muerte de la joven, ya que el mismo doctor había tratado de matar a su madre adoptiva de la misma manera hacía algún tiempo. Al abrir las puertas del lugar un asistente encontró el ataúd abierto y la mitad del esqueleto afuera. Al parecer, Mary despertó del trance inducido por el veneno, ella debe haber empujado a la tapa y cuando finalmente lo logró se desmayó y se golpeó la cabeza en la estantería de mampostería, provocando su muerte definitiva.



En 1901 una mujer embarazada llamada Madame Bobin llegó de África, aparentemente portando fiebre amarilla. Fue trasladada a un hospital de tratamiento de enfermedades contagiosas donde acabó “muriendo” y siendo sepultada en el cementerio de la familia. Una enfermera les dijo a los familiares de Madame que ella todavía estaba caliente y que los músculos del abdomen se estremecieron cuando el médico declaró su muerte. El padre organizó la exhumación del cadáver y todos quedaron aterrorizados al ver que el bebé nació en el interior del ataúd y murió por asfixia junto con su madre.



En el siglo XIX ya existían varios mecanismos que supuestamente darían a una persona enterrada viva la oportunidad de alertar a alguien. Pero la Señora Blunden no tenía la suerte de contar con un ataúd como ese en 1896. Cuando murió fue llevada al panteón familiar, en una capilla de Inglaterra. Después del funeral unos niños que estaban cerca escucharon un ruido y se lo dijeron a una profesora. Cuando llegaron al lugar la tapa del ataúd estaba abierta y todos fueron testigos del último aliento de vida de la pobre señora. Por todos los medios posibles intentaron resucitarla, pero en la agonía por salir de su ataúd de madera se había desgarrado el rostro y terminó por perder demasiada sangre.






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