9 de marzo de 2013

APARICIONES Y DESAPARICIONES


SI ESPERABAN QUE LES HABLARA DE FANTASMAS PUES…………NO.



LOS JUECES Y EL FINANCIERO


La desaparición del juez Joseph S. Crater, adjunto al tribunal supremo del estado de Nueva York, levanto gran revuelo, pero pocos saben que un predecesor suyo en el cargo había desaparecido no menos misteriosamente cien años antes. John Lansing había luchado en la Revolución Norteamericana y después había sido diputado, alcalde de Albany y juez. Desde 1790 hasta 1801 perteneció al tribunal supremo de Nueva York, y en 1798 fue presidente de sala. Durante anos formo parte del grupo político integrado en torno a la acaudalada familia Clinton, pero rompió con ellos al negarse a postularse como gobernador, corno ellos pretendían. En vez de ello, siguió siendo juez hasta su jubilación en 1814, cuando se convirtió en regente de la universidad estatal y consejero económico del Columbia College. Era este segundo cargo el que lo había llevado a un hotel de Nueva York el 12 de diciembre de 1829. Esa noche salió a echar unas cartas para que alcanzasen el barco nocturno que iba por el Hudson hasta Albany, y nunca volvió a vérsele. La búsqueda fue exhaustiva, dado que Lansing había sido figura prominente en la vida del estado; pero aquel hombre de 75 años había desaparecido en la noche invernal tan completamente como si nunca hubiese existido.

En 1936, a pocas cuadras de donde el juez Crater fue visto por última vez subiendo al taxi, el financiero Fred Lloyd dejo a un amigo tras un viaje juntos, también en taxi, y siguió después hacia el centro de la ciudad. No se le volvió a ver. Su esposa seguía creyendo que volvería, y cuando ella murió en 1945, en su suite del hotel se encontraron a su nombre tres pólizas de seguros sin cobrar.








EL ESCRITOR Y LA REVOLUCIÓN MEXICANA


 "Me voy a México con un propósito bien definido que no se puede descubrir ahora", escribía Umbrosa Viere a su secretario el 16 de diciembre de 1913. A los 71 años, el satírico autor de A mitad de la vida y El diccionario del Diablo tenia todavía energía y curiosidad suficientes para querer ver por sí mismo la rebelión de Pancho Villa, aunque sabía el peligro que corría: "Si oyes que en México me han puesto contra un paredón y me han acribillado a balazos, sabed que pienso que esa es una manera estupenda de dejar esta vida. Es mucho mejor que la vejez, las enfermedades o caerse por las escaleras del sótano. Ser gringo en México...!ah, eso es pura eutanasia!", escribió irónicamente. Ni su secretario ni sus conocidos volvieron a saber de Bierce, y su caso se hizo clásico en los anales de las desapariciones misteriosas. Los sucesos posteriores pueden haber proporcionado la solución. En 1923 su amigo Adolph de Castro vino a México a interrogar a Villa, quien le dijo que había ordenado a Bierce abandonar el campamento después de que el escritor dijo algunas palabras inconvenientes en favor de Carranza, enemigo de Villa. .Y que le ocurrió después? “! Pues quien sabe!", dijo Villa encogiéndose de hombros. Sin embargo, más tarde el hermano de Villa, Hipólito, y su camarada el general Reyes llevaron a Castro aparte y le confiaron que dos pistoleros habían sido enviados tras el viejo iconoclasta estadounidense. Esto pudo haber sido tan solo un cuento inventado para decirle a Castro lo que evidentemente esperaba oír, pero es lo más cercano a una explicación de la desaparición de Bierce. Pocas muertes habrían merecido mejor la tan trillada frase de los entierros: "Así le hubiera gustado a él."


AQUÍ UN CUENTO DE BIERCE




LOS NIÑOS VERDES DE BANJOS


Dos niños salieron de una cueva cerca de Banjos (España) en agosto de 1887. Tenían la piel verdosa y las ropas de un tejido extraño. No hablaban español y sus ojos parecían orientales. Al principio no quisieron comer, y el niño murió; la niña sobrevivió y aprendió el suficiente español para explicar que procedían de un país sin sol, donde un día los había arrebatado un torbellino para depositarlos en la cueva. Es comprensible que semejante explicación no ayudase a disipar el asombro que la rodeaba. Murió en 1892, sin que se conociesen sus orígenes.






LOS NIÑOS VERDES DE WOOLPIT


En algún momento durante el siglo XIII, un cronista monástico de Inglaterra conocido como “Gervasio de Tilbury” escribió un extraño relato sobre dos niños que aparecieron de la nada cerca de una pequeña ciudad llamada Bury St. Edmunds en Inglaterra. Un día cálido y soleado del siglo XII, algunos agricultores y otros habitantes de la pequeña ciudad de Woolpit, Inglaterra, se sorprendieron al ver a dos niños pequeños desorientados. Lo más sorprendente sobre los niños fue que su piel que era de color verde oliva, sin embargo, el resto de sus rasgos eran muy humanos. Los aldeanos trataron de comunicarse con los niños sin éxito debido a que los pequeños hablaban una lengua que era completamente desconocida. Los aldeanos llevaron a los niños al poblado y se les ofreció una gran variedad de alimentos, pero se negaron a comer. Sin embargo, cuando se les ofreció frijoles rápidamente los comieron. Por desgracia, el niño se fue debilitando y finalmente murió a los pocos años después. Pero la joven se adaptó bien a su nuevo entorno. De hecho, ella se convirtió en una mujer adulta y más tarde se casó con un caballero de la cercana localidad de King’s Lynn. A medida que pasaba el tiempo, su marido le enseñó el idioma Inglés, y pronto fue capaz de comunicarse bastante bien. Entonces explicó la historia de dónde venía y cómo llegó a nuestro “mundo” con su hermano. Ella le dijo a su marido que en su pueblo todos tenían la piel similar a la de ella, o más bien similar al color de piel que tenía antes. Ella describió su mundo como un país cavernoso y subterráneo de enormes dimensiones. La tierra en que vivía fue descrita como un “Crepúsculo”, sin embargo, había un gran río subterráneo que separaba otra tierra más iluminada. Un día, ella y su hermano mientras paseaban, escucharon un sonido como de “campanas” que salía de uno de los túneles de la cueva. Por curiosidad, entraron en el túnel y siguieron hacia arriba durante un par de días, aunque en su tierra subterránea es probable que no tuvieran el concepto del “día” o la “noche”. Después de su largo viaje, salieron a la brillante luz del sol de la aldea británica. Después de investigar la zona, intentaron volver a la pequeña abertura por donde habían salido, pero no pudieron hacerlo debido a la luz cegadora. Fue en ese momento cuando los agricultores encontraron a los niños y se los llevaron a la aldea.










By: Xalisco



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